martes, 8 de diciembre de 2015

8 DE DICIEMBRE, DOGMA DE LA IMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA.

La Advocación de la Inmaculada Concepción de María, también conocido como La Purísima Concepción de María, es un dogma, dogma de Fe que sostiene que Nuestra Madre María, Madre de Jesús, a diferencia de todos nosotros, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el momento de su concepción, Ella ya había sido preservada y liberada de todo pecado.
Al venerar la doctrina de la Inmaculada Concepción, contemplamos la posición especial de María por ser madre de Cristo, donde Dios la preserva libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, pecado que ha de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, esto es en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios mismo. “Llena eres de gracia” (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, es uno de los aspectos que nos lleva a decir que María ha de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
Fue por revelación del Espíritu Santo, que, el Papa Pio IX el 8 de diciembre de 1854 proclama La Advocación de La Inmaculada Concepción de María como dogma de Fe, dogma que es crucial para el crecimiento espiritual de nosotros los Católicos Cristianos,
La definición del dogma, está contenida en la bula Ineffabilis Deus, proclamada el  8 de diciembre de 1854, la cual dice lo siguiente:
…Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.
Lo que nos lleva a la conclusión: Puritísima tendría que ser la Madre de Dios, pues en su seno llevaría al Salvador y Redentor del pecado
La Encíclica “Fulgens corona”, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla sobre ellos desde el génesis.
Por tanto Solo el hecho de que María se mantuvo desde su concepción en estado de gracia puede explicar de mara irrefutable que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium (Génesis), por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá El Redentor y que Junto a Él se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado, siendo la primera su Madre Virginal; La Santísima Virgen María.
Mucho antes de la declaración del dogma, hubo quienes no estuvieron de acuerdo con la advocación de la inmaculada concepción, Pues decían: La redención obrada por Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese común a todos los seres humanos. Si María no hubiera contraído la culpa original, no hubiera podido ser rescatada. Y en efecto, la redención consiste en librar a quien se encuentra en estado de pecado, por tanto rechazaban el privilegio de María, que afirma queElla es concebida, alimentada y formada bajo las espinas de una generación llena de pecado, pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus pinchazos. Incluso bajo las espinas de esa generación pecadora que de por sí debería de transmitirle el pecado original, María permanece libre de toda mancha, por voluntad explícita de Dios que «lo pudo, evidentemente, y lo quiso. Así pues, si lo quiso, lo hizo».
Pero fue hasta el año 1,500 que por la inspiración del Espíritu Santo se declara que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María El Acto de Mediación más Excelso: Cristo la redimióPRESERVÁNDOLA del pecado original. Este acto se trata de una Redención aún más Admirable: Pues No fue por Liberación Total del pecado, sino por Preservación Total del pecado.
Por Tanto El dogma de la Inmaculada Concepción de María no niega que ella fue salvada por Jesús. Al contrario En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el momento de su concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no presenta obstáculo pues las gracias de Jesús no tienen barreras de espacio y tiempo, para Dios nada es imposible y por ello se aplicaron anticipadamente en su Madre María. Para Dios nada es imposible.
Por tanto Nuestra Madre María es Preservada del pecado por los méritos de Cristo Salvador. Es por Él que Ella es preservada del pecado. Ella, por ser de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que solo viene de Cristo pero Ella singularmente recibe por adelantado los Méritos Salvíficos de Cristo. La causa de este don es la Omnipotencia de Dios. La razón de esto fue su Maternidad Divina; Dios quiso prepararse un lugar puro donde su Hijo se encarnara.
Los Frutos de esta Preservación fueron:
1-María fue inmune de los movimientos de la concupiscencia: los deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal.
2-María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido.
Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de Su Hijo. La Madre de Cristo debía ser perfectamente Santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió la Gracia y la Fuerza para evitar el influjo del pecado y responder con todo su ser a la voluntad de Dios.
Con María, primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado comienza la gran obra de la Redención, que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la santidad”. Por eso nosotros cristianos católicos miramos a María como el modelo perfecto y como la imagen de la verdadera santidad a la que estamos llamados a alcanzar, pues con ella nos sentimos llamados a la Purificación para que Cristo Jesús resida, con la ayuda de la gracia de Dios, en nuestra vida.
Avoquémonos pues a Nuestra Madre Inmaculada para que interceda por nosotros para que al igual que Ella, Dios nos conceda la Gracia de ser verdaderos hijos suyos, libres de toda mancha de pecado. Y para que con sus ruegos de Madre Jesucristo nos conceda la fuerza de no cometer pecado y no optemos por nada que nos manche y nos haga perder la Gracia recibida de Dios.