sábado, 20 de febrero de 2016

II Domingo de Cuaresma (ciclo C)

Benedicto XVI
“En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia está dominada por el episodio de la  Transfiguración, que en Evangelio de san Lucas sigue inmediatamente a la invitación  del Maestro:  "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz  cada día y sígame" (Lc 9, 23). Este acontecimiento extraordinario nos alienta a seguir  a Jesús.  San Lucas no habla de Transfiguración, pero describe todo lo que pasó a través de dos  elementos:  el rostro de Jesús que cambia y su vestido se vuelve blanco y  resplandeciente, en presencia de Moisés y Elías, símbolo de la Ley y los Profetas. A  los tres discípulos que asisten a la escena les dominaba el sueño:  es la actitud de  quien, aun siendo espectador de los prodigios divinos, no comprende. Sólo la lucha  contra el sopor que los asalta permite a Pedro, Santiago y Juan "ver" la gloria de  Jesús. Entonces el ritmo se acelera:  mientras Moisés y Elías se separan del Maestro,  Pedro habla y, mientras está hablando, una nube lo cubre a él y a los otros discípulos  con su sombra; es una nube, que, mientras cubre, revela la gloria de Dios, como  sucedió para el pueblo que peregrinaba en el desierto. Los ojos ya no pueden ver, pero  los oídos pueden oír la voz que sale de la nube:  "Este es mi Hijo, el elegido;  escuchadlo" (v. 35).  Los discípulos ya no están frente a un rostro transfigurado, ni ante un vestido blanco,  ni ante una nube que revela la presencia divina. Ante sus ojos está "Jesús solo" (v.  36). Jesús está solo ante su Padre, mientras reza, pero, al mismo tiempo, "Jesús solo"  es todo lo que se les da a los discípulos y a la Iglesia de todos los tiempos:  es lo que  debe bastar en el camino. Él es la única voz que se debe escuchar, el único a quien es  preciso seguir, él que subiendo hacia Jerusalén dará la vida y un día "transfigurará este  miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21).
 "Maestro, qué bien se está aquí" (Lc 9, 33): es la expresión de éxtasis de Pedro, que a  menudo se parece a nuestro deseo respecto de los consuelos del Señor. Pero la  Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida no son  puntos de llegada, sino luces que él nos da en la peregrinación terrena, para que "Jesús  solo" sea nuestra ley y su Palabra sea el criterio que guíe nuestra existencia.  En este periodo cuaresmal invito a todos a meditar asiduamente el Evangelio.  Además, espero que en este Año sacerdotal los pastores "estén realmente impregnados  de la Palabra de Dios, la conozcan verdaderamente, la amen hasta el punto de que  realmente deje huella en su vida y forme su pensamiento". Que la Virgen María nos ayude a vivir intensamente nuestros  momentos de encuentro con el Señor para que podamos seguirlo cada día con alegría”.
Plaza de San Pedro,